¡Defiéndeme, oh san Miguel, valeroso capitán de los ejércitos de Dios! Envía en mi auxilio a tus soldados para que me defiendan de los demonios y no me rinda ante sus embates y tentaciones. Manda a tus Ángeles para que me guíen y no camine ciegamente, y me lleven de la mano para que no tropiecen mis pies en el camino peligroso de esta vida. Asiste con tus Ángeles a mi muerte y alcánzame del Señor la contrición verdadera de mis culpas, para que presentada mi alma ante Su tribunal, merezca ser llevada por tus manos ante el trono de la Santísima Trinidad. Amén.
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