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quarta-feira, 26 de fevereiro de 2014

LA SIERVA DE DIOS MARÍA DOMINICA CLARA MOES ( 24 de febrero de 1895) - SU VIDA Y RELACIÓN CON LOS SANTOS ÁNGELES


Clara Moes, religiosa dominica místicamente agraciada, incomprendida frecuentemente en el transcurso de su vida y rehabilitada solamente tras un juicio eclesial, nació en 1832 en Bous, cerca de Remich (Luxemburgo). Falleció después de una vida de numerosos sufrimientos soportados heroicamente, entre los cuales se incluye la impresión de las llagas de Cristo.
Desde la infancia, su Ángel de la Guarda la guió e instruyó, con posterioridad, también gozó de éste contacto familiar con los Santos Ángeles.
En sus cartas con su director espiritual, Clara afirma:
“El amor y la veneración a los Santos Ángeles ya había depositado en mi corazón desde mi infancia, pero con el crecimiento en edad, alcanzó un grado cada vez más elevado. Mi devoción hacia ellos era continua, porque transcurren muy pocos momentos en que no piense o hable con ellos, sea en peticiones o en rezos de agradecimiento. No empiezo ninguna obra, por pequeña que sea, sin invocar a los queridos Ángeles. Cada semana dedico un día a venerarlos especialmente, en el cual recibo la santa Eucaristía en su honor. Tampoco pasa ningún mes en que rece una novena para honrarlos y alabarlos. ¡Cómo no voy a amar y venerar a los Santos Ángeles en todos los actos que pueda cuando hicieron tanto por mí y continúan dedicándome su amor tan tierno!”. 

En Octubre de 1838, el Ángel de la Guarda se le apareció, y mostrándole un corazón rojo, rodeado por una corona de espinas, le dijo: “No temas, hija querida, el Salvador divino te eligió para participar de manera especial en los sufrimientos que le son conferidos por hombres impíos en su Santa Iglesia, sobre la que van a sobrevenir grandes y continuas tribulaciones.
El infierno se alzará con toda su fuerza hasta llegar a tal punto que los propios hijos de la Iglesia se rebelen contra ella y la persigan hasta el extremo. Los hombres se dejarán deslumbrar e instigar para atacar con ira a su madre, la santa iglesia, e incluso creerán que realizan grandes obras cuanto más la persigan, pero el Señor de los ejércitos los aplastará. Ve, mí querida hija: para todo esto, el divino Salvador busca consuelo y ayuda en ti. Te enviará muchas y grandes tribulaciones, pero nunca te negará su auxilio. Es su Santa Voluntad que ofrezcas todos tus sufrimientos a ésta intención para la cual Él te ha elegido. Su Sagrado Corazón será tu perpetuo refugio. Reza mucho e insistentemente, a fin de que la devoción al dulce Corazón de Jesús encuentre cabida en los corazones de los hombres de buena voluntad, especialmente en tu patria. Suplica intensamente que el Divino Corazón de Jesús ilumine a los hombres perdidos y abandonen el camino de la incredulidad y la falsa moralidad. ¡Invoca con confianza a su Sagrado Corazón, para que envíes sacerdotes celosos a la viña del Señor, porque donde haya buenos sacerdotes, se encontrarán buenos cristianos!.

El fiel protector la llevó hasta la iglesia, al pie del altar y le permitió ofrecerse totalmente al Señor como sacrificio de expiación y ella lo hizo con la mayor disposición. Después el Ángel habló con palabras muy significativas: “Ahora, hija mía, entraste a la escuela del sufrimiento que no abandonarás hasta que tu alma sea llevada por los Ángeles hacia el trono de Dios, para ser coronada allí por tu novio celestial.”
El sufrimiento expiatorio que Dios dispuso para ella fue diversas enfermedades corporales y espirituales, en los cuales siempre fue consolada y fortalecida por su Ángel de la guarda y éste le comunicó en una ocasión: 
“El Señor ha destinado de cada uno de los nueve coros angelicales a un príncipe para tu protección. Estos santos Ángeles te serán enviados por Dios según el tiempo y las circunstancias y necesidades; recibirás del santo Arcángel Miguel servicios muy grandes, te defenderá contra los enemigos infernales como guía poderoso e invencible de los ejércitos celestiales. Por eso será una obligación ineludible que te muestres agradecida hacia los nueve coros de los Ángeles, en especial con san Miguel, y amarlos y venerarlos íntimamente.”

A los 18 años de edad en 1850, experimentó el matrimonio místico con Cristo y luego le fue informado sobre el convento dominico que debía fundar y recién empezó a formarse desde 1860 hasta 1879.
Esta fundación fue acompañada por luchas satánicas y persecuciones que cayeron sobre ella y que duraron casi toda su vida. Éstas les brindaron muchas ocasiones para ejercer actos de humildad heroica y paciencia, así como para probar su total confianza en Dios.

Con gratitud, Clara recuerda la ayuda extraordinaria que recibió por intermedio de la Reina de los Ángeles:
“A mi amada y dulce Madre María le agradezco: 1) Que varios Ángeles Santos me fueron otorgados para acompañar mi camino lleno de sufrimientos y peligros; 2) que a partir de mi juventud guardé en mí odio contra el pecado, en especial aquellos que atentan contra la santa pureza; 3)que progresé con perseverancia en lo bueno y permanecí invariable en la santísima voluntad de Dios durante mis aflicciones exteriores e interiores, (…)gracias a éste don de Dios nunca le pedí que me librase de ellos. 4) también debo a la Virgen inmaculada la mayor parte de la victoria que alcancé en las luchas desesperadas contra el infierno, 5) finalmente, ella me concedió el 8 de diciembre de 1873, la gracia de ser liberada por completo de las insidias de los espíritus impuros.”
La vida terrenal de esta mujer tan agraciada místicamente, concluyó el 24 de Febrero de 1895.

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